Pablo Mattioli

La inmensidad de lo pequeño

Un cuadrado sólido, mínimo, contiene un sueño, un acróbata, el niño que fuimos. Fragmentos de una obra que invitan a acomodar los cuadros de Pablo Mattioli en un rompecabezas sin patrón determinado, como un mapa de pequeños mosaicos oníricos. Y una vez reunirlos por colores. Otra, juntar los personajitos por las historias que cuentan. La siguiente, por la vida de los objetos que habitan los cuadros. Entonces jugaríamos con el pintor el juego mejor de la infancia, ese de descubrir figuras en las manchas, las sombras, los diseños recortados en la planicie de la pared para inventarles una historia.


Cada estampa nos remite a una imagen que, en su aislamiento de colores, se ofrece para que cada quien le escriba su propio cuento. Así, el arlequín es un arlequín que leímos; el árbol, un árbol que recordamos; la niña, una, esa que espera que abran la puerta para que el adulto salga a jugar. Esa simpleza es la trampa lúdica que tiende al artista al contemplador que se acerca a ver una pequeña figura y se queda atorado en un ensueño. Porque el mundo que pinta Mattioli cabe en diminutas telas pero sin embargo es inmenso.

Dra. Adriana Amado Suarez